Pero la identificación de la Pluma con el Intelecto o principio activo masculino y de la Tabla con el Alma universal o polo pasivo de la existencia espiritual tiene importantes adicionales que Ibn ‘Arabî explora a su vez en los Al-Futûhât (I 139.4): la Pluma es activa en relación con la Tabla Guardada, pero resulta receptiva en relación con Dios, a quien sirve como instrumento creador. Así, de la misma manera que la Pluma puede ser considerada una “Tabla” pasiva en relación con Dios -un principio yin- la Tabla Guardada puede ser considerada una Pluma -un principio yang- en relación con el mundo creado que subyace debajo de ella [24].
Curiosamente, Cervantes parecería hacerse eco de esta misma dualidad al referirse a su instrumento de creación escrituraria, que una veces es fálico -una espada tajante en el Viaje del Parnaso (VIII)- y otras veces, en cambio, resulta femenino y maternal -como cuando el autor se jacta de la originalidad de su intelecto al escribir las Novelas Ejemplares: “mi ingenio las engendró y las parió mi pluma”- (énfasis mío).
Acaso esta condición bifronte del cálamo supremo -tanto del coránico como del cervantino- nos pueda ayudar a aclarar aún más el enigma de esta pluma que pende, sin aparente razón, de un hilo de alambre atado a una espetera de cocina. Cervantes podría estar haciendo una alusión oblicua al hecho de que había puesto a secar la tinta de su Cálamo Supremo. Pero también, simultáneamente, puede estar reescribiendo, con su acostumbrada ironía, otro leit motiv islámico: la pluma primordial de Dios es intermediaria entre el Creador Supremo y su creación “escrita”, porque está “atada” -o porque “ata”- ambos polos cosmológicos. La Pluma suprema, como apunté, mira simultáneamente a Dios y al cosmos creado que la subyace. La cara que tiene volteada hacía el Dios creador es receptiva, mientras que la cara que tiene volteada hacia los niveles más bajos de la creación -el mundo que surge de la caligrafía celeste- es activa. La pluma, como explica Sachiko Murata [25], es un ismo, un hilo conector o un puente entre dos polos. Ya sabemos que esta Pluma primordial se asocia siempre en el Islam con el Intelecto Supremo creador. Pero es que Intelecto, ‘aql en árabe, significa “atar”, “constreñir” [26], y, en su variante:
‘iqal, significa, precisamente, “cuerda”. Dicho de otra manera: un árabe no puede pensar al Intelecto supremo sin asociarlo con una cuerda y una atadura. Acaso al sabio historiador, al colgar de un hilo de alambre su prodigioso cálamo, nos esté indicando con una sonrisa cómplice que su pluma de ave es la intermediaria simbólica entre el Intelecto creador -el máximo autor, Cervantes- y su creación escrita -la historia de don Quijote de la Mancha. Cierto que el alambre brilla con un destello más modesto que el de la luz increada del cálamo supremo de las leyendas árabes y aljamiadas- pero también la bacía de barbero resplandecía más humildemente que el auténtico yelmo de Mambrino.
La raíz ‘aql, igual que la voz “cuerda” en español, admite el sentido adicional de “cordura” y “razonabilidad”. Todo lo contrario pues de la “escritura desatada” de las novelas de caballerías. ¿Nos sugiere Cide oblicuamente que su escritura está debidamente “atada” al poderoso ingenio de su autor, que la sabe controlar perfectamente, como Maese Pedro a sus marionetas, y que su delirio verbal de historiador arábigo imaginativo que es sólo aparente? Su escritura resulta entonces una scriptio ligata: Cervantes glorifica su obra inmortal, islamizando la “soga de Teseo”. El hilo de Ariadna nos ayuda a no perder el rumbo en el laberinto de la escritura cervantina, pero este hilo, ahora de alambre, no es del todo occidental, ya que sostiene una pluma intermediaria entre el Intelecto Supremo invisible y el mundo de ficción que éste engendra. Cervantes, no cabe duda, maneja una péñola más islámica que occidental. Y mal podrían Aristóteles, San Basilio o Cicerón hacerse eco de la escritura prodigiosa de un historiador arábigo [27].
Insistamos en una última coincidencia curiosa. En el Islam tanto el Cálamo Supremo, la tinta con la que escribe y la Tabla Guardada están identificados con un ángel. O con una sucesión de ángeles que, como delegados del Hacedor supremo, van conllevando la labor creadora de Dios en gradación descendente hasta alcanzar el plano material. Dejo la palabra al Imâm Ya’far:
"Nun is a river in the Garden. God said to it: ‘Harden!’ So it hardened and became ink. Then God said to the Pen: ‘Write!; So the Pen wrote in the Guarded tablet everything that is and will be until the Day of Resurrection. The Ink is an ink of light, the Pen is a Pen of light, and the Tablet is a tablet of light... Nun is an angel who conveys to the Pen, who is an angel. The Pen conveys to the Tablet, who is an angel. The Tablet conveys to Seraphiel, Seraphiel conveys to Michael, Michael conveys to Gabriel, Gabriel conveys to the messengers and the Prophets" [28].
Estos ángeles co-creadores de la escritura divina nos llevan a considerar el nombre arábigo de Cide Hamete Benengeli, que se articula de una manera particularmente fecunda en el contexto de esta cosmología escrituraria islámica que venimos explorando. El nombre del presunto autor “arábigo” del Quijote cuenta, como se sabe, con numerosas decodificaciones por parte de los críticos [29]. Sin que descartemos ninguna de ellas, recordemos aquí la reciente hipótesis de Julio Baena. El estudioso insiste en la regla fonética de la que se sirve a menudo Cervantes para su invención de nombres: “Para Sancho, Benengeli no significa, sino que suena a “berenjena” [30]. Al concentrarse en el sonido por sobre la significación, concluye Baena que “Ben-Engeli suena a Hijo de Angel, por más que etimológicamente no lo signifique [31]. Y por eso asocia a este simbólico “hijo del ángel” agareno con un demiurgo o encantador “capaz de traspasar las paredes y hasta las mentes para escudriñar los pensamientos” [32]. Recordemos que la voz “berenjena”, de remoto origen sánscrito y persa, pasa al árabe como badânÿân o badînÿân. Nos recuerda César Dubler que Ibn al-’Awwâm se refiere a la plantación de la berenjena en el Al-Andalus del siglo XII, “apuntando, a más de las conocidas, otra variante fonética, que es la de barânÿân [33]. De aquí nuestra “berenjena” hispánica. He podido advertir, sin embargo,que la variante de la voz en los dialectos de Al-Andalus, de Argel y de Marruecos es esbdinÿâl , que se pronuncia casi como “Bâdinÿel” [34]: “Bâdinÿelî”, con la “i” final del genitivo, significaría entonces “relativo a”, “de”, “procedente de” la berenjena. Probablemente Cervantes escucharía estas versiones fonéticas en sus caminatas por las plazas de Argel, o aun entre los moriscos que le fueron contemporáneos en España. Lo cierto es que Cide tiene un nombre que acústicamente se podría asociar -Julio Baena lleva razón- con Ben-Engeli o “hijo del ángel”. Cide Hamete es pues, por poderosas razones fonéticas, Bâdinÿelî, es decir, “de la estirpe del ángel”.
Dada la extremada popularización de la cosmología angélica en la teoría coránica de las sucesivas emanaciones angélicas de la creación de Dios a través de su Cálamo Supremo, ¿nos estará insinuando Cervantes que su Cide Ben-Engeli o Bâdinÿel es un cálamo-ángel intermediario y suspendido- por un prosaico pero relumbrante alambre- entre el Hacedor supremo -Miguel de Cervantes Saavedra- y la historia de Don Quijote de la Mancha?
Y menciono ahora el nombre de Cervantes como creador supremo con toda intención, ya que parecería tener la última palabra de esta obra profusa que le habían disputado a Cide Hamete innumerables instancias narrativas, desde los narradores extradiegéticos de turno que le comentan su escritura hasta el morisco que se la traduce al castellano. Estamos, irónicamente, ante una obra creada por diferentes instancias o “ángeles” intermediarios en la génesis del universo verbal. Pero no por ello nos habremos de perder en el intrincado laberinto de este texto vertiginoso. El cálamo celeste de Cide está fuertemente ligado por su alambre a una mano creadora invisible -pero Suprema. Al fin nos será dado saber que esta mano o Intelecto Supremo era, todo el tiempo, el de Miguel de Cervantes. Insisto en ello porque la pluma pendular que conversa en primera persona y en género femenino -“para mí sola nació Don Quijote”- se desliza sin previo aviso en una voz autorial masculina que en un primer momento no sabemos si pertenece a la pluma, a Cide, o a la instancia narrativa de turno que nos suele narrar cómo se narra la obra [35]: “yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente, como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que por las de mi verdadero don Quijote van ya tropezando, y han de caer del todo, sin duda alguna” (II,74). La alocución final con la que cierra la obra nos permite enseguida identificar esta voz autorial con la de Cervantes. Cide nunca habló de condenar la memoria de los libros de caballerías: poco le habría de interesara un historiador musulmán hacer crítica literaria de un género europeo que le debió resultar ajeno. A Cervantes, en cambio, sí, y ya anuncia su proyecto crítico demoledor de este género caballeresco en el prólogo al primer Quijote: “...todo en él es una invectiva contra los libros de caballerías”. Ahora aquel escritor ficcionalizado del prólogo repite su lección satírica para que reconozcamos que es él quien ha decidido tomar la palabra final de su texto, y “atarlo” fuertemente a su ingenio creativo. Todo el tiempo era él quien se levantaba, como Hacedor supremo, sobre la jerarquía creacional de su escritura; sobre el historiador arábigo Cide y todas las instancias narrativas- y “angelicales” de turno; sobre su “empresa” guardada; sobre la péñola del destino que pendía con su tinta sagrada puesta a secar para que nadie osara profanarla “contra todos los fueros de la muerte”. Forsi altro canterà con miglior plectio, nos había anunciado Cervantes, con enigmática modestia, al final de la primera parte de la historia de su anacrónico pero sublime caballero. Pero se equivocaba: el mejor plectro era el suyo, ese Cálamo Supremo, angelical y arabizante con el que supo escribir la primera novela europea. Y por eso se reapropia de su pluma al final de la obra, colgándola de una espetera para poner a secar su tinta, de manera que ya nadie vuelva a profanarle, con ánimo alevoso y pluma bastarda, la verdadera historia de Don Quijote de la Mancha.
NOTAS
1. Se ha escrito poco sobre esta pluma colgante. Cf. al respecto las breves palabras de Joaquín Casalduero, en el estudio Sentido y forma del Quijote (Insula, Madrid, 1975, pp. 400-401)
2. No me detengo más en estas instancias narrativas, a las que aludiré aquí sólo de paso, porque les dedico un estudio de propósito en otro lugar.
3. Cito por la edición del Quijote de Luis Andrés Murillo (Clásicos Castalia, Madrid, vol II, 1978, p. 592)
4. Ibid.
5. Así, la edición anotada de Martín de Riquer (Kapeluz, Buenos Aires, 1973, vol II, p. 555)
6. Mystical Dimensions of Islam, The University of North Carolina Press, Chapel Hill, 1975, p. 414.
7. Muchos expertos interpretan los vocablos asociados a la raíz árabe k-t-b (escribir, ordenar, destinar) con esta escritura celeste del cálamo supremo. Comentando la azora de la vaca (surat al-Baqarah), dice Tabarsi que algunos comentadores interpretan la palabra kutiba (“ha sido ordenado”) “to mean ‘it has bcen inscribed in the Preserved Tablet [...] which is the Mother of the Book” (M. Ayoub, The Qur’an and its Interpreters,State University of New York Press, Albany, 1984, p. 186).
8. Cf. J.M. Cowan, Arabic-English Dictionary, Spoken Languages Services, Inc., New York, 1976, p. 812.
9. La pluma está asociada en la cultura islámica a este destino insoslayable de tal manera que en las ceremonias religiosas y civiles que implican tratos perpetuos entre personas se usa como símbolo: “The materials required for the making of the pen were popularly endowed with symbols. To seal a marriage, a pen of red copper was to be used, wtih the writing on wax, not on paper. To celebrate a friendship, a pen made of silver or from a stork’s beak was employed” (Abdelkebir Khatibi and Muhammed Sijelmassi, The Splendor of Islamic Calligraphy, Thames and Hudson Inc., 1966, p. 75.
10. María Luisa Lugo ha editado el códice, que es un anónimo del siglo XVI, como parte de su tesis doctoral para el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, titulada Hacia la edición del Libro de las luces, leyenda aljamiada sobre la genealogía de Mahoma (1995, inédita), que prepara como libro al presente. Recuerda Lilliana Ramos Collado que la pluma maravillosa -esta vez del ave Rejaparece también en las Mil y una noches, al menos, como señala R. Cansinos Asséns, en la traducción de Richard Burton. Burton hace referencia también -y sigo citando a Ramos Collado- a otros dos viajeros con plumas milagrosas: Marco Polo. Cf. The Travels of Marco Polo (The Orion Press, New York, 1958), y el fraile Cipolla, personaje de la décima historia del sexto día del Decamerón de Boccaccio, que exhibe una pluma del ángel Gabriel, obtenida durante sus viajes al cercano Oriente. Estas plumas, de clara prosapia islámica, reescriben de manera fantástica el símbolo islámico, que en el Corán se asocia no a ninguna criatura sino, por el contrario, a la escritura de Dios. Cf. Lilliana Ramos Collado, “Proyectos infames. Breves Genealogía borgeana de un ensayo de Foucault”, Nómada II (1995) pp. 76-77. Incluso Juan Goytisolo se ha hecho eco de este cálamo supremo, con el que insinúa que escribe su conmovedor relato ultramundano de la Cuarentena. Cf. también mi ensayo en torno a esta novela, “Narrar después de morir: La cuarentena de Juan Goytisolo (Nueva Revista de Filología Hispánica, XLIII (1995) México, pp. 59-124).
11. “The pen has already dried up, which means that nothing once decreed and written on the Well-preserved Tablet can ever be changed” Schimmel (Mystical Dimensions..., p. 197).
12. The Sufi Path of Love. The Spiritual Teachings of Rumi. State University of New York Press, Albany, 1993, p. 113. Al igual que Annemarie Schimmel, Chittick insiste, sin embargo, en el hecho de que muchos musulmanes interpretan de una manera flexible la escritura ominosa de esta pluma del destino. “But an unbiased look at many periods of Islamic history shows no signs whatsoever of a ‘fatalistic’ streak in the Moslem peoples.” (ibid.) Así, el célebre poeta Rumi argumenta: “The true interpretation of ‘The pen has dried’ is that you should perform the most important task. / The pen has written: ‘In keeping with every work there is a consequence and a retribution.’ / if you walk crookedly, ‘The Pen has dried’: you will receive crookedness. If you bring straightnes, you will reap felicity.” (ibid., p. 117).
13. Las tradiciones proféticas o dichos atribuidos a Mahoma se refieren una y otra vez a esta mancha de tinta primordial del tintero trascendido de Dios, que de alguna manera incluye todo el universo. Laleh Bakhtiar espiga uno de estos hadices que repiten el lugar común islámico: “God wrote the Quran upon the Tablet. The first drop of ink was the dot under the letter b (`) which begins Bismi ‘Llah... (in the name of God).The pen produces the point; the point is the centre; the centre is the Divine Sosurce (Sufi Expressions of thMystic Quest, Thames & Hudson, London, 1976, p. 28).
14. Podemos estar frente a una nueva broma irónica de parte de Cervantes: su pluma islámica ha quedado asociada nada menos que con el amenazante jamón cristiano-viejo, con lo que ningún escritor converso se animaría a descolgarla de su espetera para apropiársela. Todo ello nos evoca los célebres versos de Quevedo , que parecerían contextualizar la burla cervantina: “Te untaré con tocino mis versos, Gongorilla, porque no me los muerdas”.
15. Schimmel, Mystical dimensions..., p. 414
16. El Corán, ed. Cortés, p. 663.
17. Sobre esta prisa casi inmisericorde con la que el autor da cuenta de la muerte de Alonso Quijano, comenta Jorge Luis Borges: “Cervantes ... deja que éste se vaya de la vida de una manera lateral y casual, al fin de una frase. Cervantes nos da con indiferencia la tremenda noticia- (“Análisis del último capítulo del Quijote” (RUBA I (1956), p. 36).
18. Cf. el comentario de Yusuf Ali a la primera aleya de la azora del “Cálamo” (68) (The Holy Qur’an, p. 1585).
19. Acaso Cervantes jugara también no sólo con la idea de una “empresa” o acción ardua y valerosamente acometida, guardada para su pluma, sino con una “empresa” o figura enigmática que alude a lo que se intenta conseguir o denota alguna prenda de la que se hace alarde, para cuya mayor inteligencia se añade comúnmente alguna letra o mote.
20. Comenta al respecto Sachiko Murata: “Just as the human world needed an Adam and an Eve, so also the cosmos as a whole needed a spiritual Adam and a spiritual Eve -Pen and Tablet- to bring the heaves, earth, and everything between the two into existence” (op. cit., p. 154).
21. Sufi. Expressions of the Mystic Quest, Thames and Hudson, London, 1976, p. 28.
22. Apud Murata, op. cit., p. 153.
23. Ibid., p. 154.
24. Cf. ibid., p. 163. La Tabla Guardada -y sigo citando a Ibn ‘Arab§- es verde porque tiene una relación dual con el mundo creado. Tiene una relación luminosa cuando consideramos que mira hacia el Intelecto Supremo, y una relación oscura, cuando consideramos que está volteada también hacia el polvo y el océano del mundo creado. La Tabla es verde debido a esta mezcla delicada y prodigiosa (cito el ‘Uqla 56, apud Murata, op. cit., p. 163). En el Islam es palmario considerar que la Tabla Guardada o Tabula Smaragdina, como la llama Henry Corbin, está hecha, simbólicamente, de esmeralda. Así se describe en innumerables leyendas de las que todavía se hacen eco los moriscos aljamiados del siglo XVI. Cf. Corbin, L’homme de lumière dans le soufisme iranien. Le soleil dans le coeur, Éditions Présence, Paris, 1971, y mi ensayo “La visio smaragdina de san Juan de la Cruz. Acerca de las esmeraldas trascendidas que encontró en el interior de su alma iluminada” (en: Varia Lingüística y Literaria. 50 años del CELL, vol II. Martha Elena Venier, Editora, Colegio de México, 1997, pp. 131-147).
25. Op. cit. p. 165.
26. Ibid.
27. Aludo, claro está, al prólogo al primer Quijote, en el que Cervantes asegura que estos autores clásicos de Occidente no dejaron dicho nada de las novelas de caballerías, porque no las conocían.
28. Cito una vez más por Murata, op. cit., p. 154.
29. Recordemos las ediciones comentadas del Quijote de Diego Clemencín (vol. I, D.E. Aguado, Madrid, 1833) y de F. Rodríguez Marín (Vol. I, Atlas, Madrid, 1947); así como el ensayo de Leopoldo Eguílaz y Yanguas, “Notas etimológicas a El ingenioso hidalgo don Quijote”, en el Homenaje a Menéndez y Pelayo, vol. II, Librería General de Victoriano Suárez, Madrid, 1899, pp. 121-42).
30. “Modos del hacedor de nombres cervantino: el significado de Cide Hamete Benengeli” Indiana Journal of Hispanic Studies II (1994) p. 55.
31. Ibid., p. 58.
32. Ibid.
33. “Sobre la berenjena”. Al-Andalus VII (1942) p. 373.
34. Lo explica de pasada Dubler (op. cit, p. 378), sin asociar en ningún momento la variante magrebí con la obra de Don Quijote.
35. Agradezco a mi colega María Teresa Narváez que me llamara la atención sobre esta voz autorial final del texto, que es claramente cervantina.