LAS MUJERES Y EL SUFISMO [1]








Camille Adams Helminski [2] 



Desde el comienzo de la conciencia, los seres humanos, tanto hombres como mujeres, han transitado la senda del reencuentro con la Fuente del Ser. Aunque en este mundo de dualidad podemos adoptar distintas formas, en última instancia no existen hombres ni mujeres, sino sólo el Ser. Dentro de la tradición sufí, el reconocimiento de esta verdad ha estimulado la madurez espiritual de las mujeres, de una manera que no siempre ha sido posible en Occidente.


Desde un principio, las mujeres han desempeñado un importante papel en el desarrollo del sufismo, el cual tradicionalmente se entiende que comenzó con el Profeta Muhammad. Muhammad transmitió un mensaje que combinaba el espíritu y la materia, la esencia y la forma, y el reconocimiento de lo femenino y de lo masculino. Aunque las manifestaciones culturales han ocultado en parte la pureza original de intención, las palabras del Corán expresan la igualdad de mujeres y hombres ante los ojos de Dios. En un tiempo en que las tribus árabes adoradoras de diosas eran todavía bastante brutales, llegando incluso a enterrar a las niñas recién nacidas para favorecer a la descendencia masculina, este nuevo portavoz de la tradición abrahámica intentó restablecer el reconocimiento de la Unidad del Ser. Trató de corregir los desequilibrios que habían surgido, aconsejando honrar y respetar lo femenino, así como la gracia y la armonía de la naturaleza.

Miniatura Persa Durante los primeros años de esta nueva revelación, Jadiya, la amada esposa de Muhammad, jugó un papel de gran importancia. Fue ella quien respaldó, fortaleció y apoyó al Profeta cuando a éste lo asaltaron las dudas y el desconcierto. Estuvo junto a él en medio de la dificultad y la angustia extremas, y ayudó a transmitir la luz de la nueva fe. Fátima, la hija de Muhammad y Jadiya, fue la primera en comprender el Islam de la manera más profunda y, de hecho, a menudo se la conoce como la primera gnóstica musulmana. Su matrimonio con Ali sembró en el mundo esta nueva manifestación de misticismo, y las semillas de su unión comenzaron a florecer.

Cuando se desarrolló la dimensión mística del Islam, fue una mujer, Rabi'a al-Adawiyya (717-801d.C.), la que expresó por primera vez la relación con lo divino en un lenguaje que hemos llegado a reconocer como específicamente sufí, refiriéndose a Dios como el Amado [3] . Rabi'a fue el primer ser humano que habló sobre las realidades del sufismo con un lenguaje que cualquiera podía entender. A pesar de que experimentó muchas dificultades en sus primeros años, el punto de partida de Rabi'a no fue ni el temor al infierno ni el deseo del paraíso, sino sólo el amor. “Dios es Dios”, decía, “por eso amo a Dios... no por ninguno de Sus dones, sino por Él Mismo.” Su objetivo era disolver su ser en Dios. Según ella, se puede encontrar a Dios volviéndose hacia uno mismo. Tal y como dijo Muhammad: “Quien se conoce a sí mismo, conoce a Su Señor.” En última instancia, es el amor el que nos conduce a la Unidad del Ser.

A lo largo de los siglos, mujeres y hombres han seguido llevando la luz de este amor. Por muchas razones, las mujeres han sido a menudo menos visibles y más reservadas que los hombres, pero, sin embargo, han participado activamente. Dentro de algunos círculos sufíes, las mujeres participaban junto a los hombres en las ceremonias; en otras órdenes, las mujeres se reunían en sus propios círculos, recordando a Dios y adorándolo separadas de los hombres. Algunas mujeres se entregaron al Espíritu a través de la ascesis, aislándose de la sociedad, como hizo Rabi'a; otras optaron por la labor benéfica y fomentaron los grupos de oración y de estudio. Muchos de los grandes maestros con los que estamos familiarizados en Occidente tuvieron maestras, alumnas y compañeras espirituales que influyeron mucho en su pensamiento y en su vida. Esposas y madres también apoyaron a los miembros de su familia, mientras continuaban su propio viaje para unirse con el Amado.

Ibn Arabi, el gran “Polo de Conocimiento” (1165-1240 d.C.), habla del tiempo que pasó junto a dos ancianas mujeres contemplativas que ejercieron una profunda influencia sobre él: Shams de Marchena, “la de los suspiros”, y Fátima de Córdoba. De Fátima, con quien pasó mucho tiempo, dice:

“Serví como discípulo de una de las amantes de Dios, una gnóstica, una dama que vivía en Sevilla, llamada Fátima bint Ibn al-Muthanna de Córdoba. Estuve a su servicio durante varios años, teniendo ella unos noventa y cinco años de edad...Ella solía tocar la pandereta y mostraba un gran placer al hacerlo. Cuando le pregunté sobre ello, respondió: ‘Me regocijo en Él, Quien me ha prestado atención y me ha convertido en uno de Sus Amigos (Santos), usándome para Sus propios fines. ¿Quién soy yo para que Él deba elegirme de entre todos los seres humanos? Él se muestra celoso conmigo, pues, cada vez que, de manera negligente, dirijo mi atención hacia algo no sea Él, me envía alguna aflicción relacionada con ese algo.’...Le construí con mis propias manos una choza de juncos tan alta como ella, en la que vivió hasta su fallecimiento. Solía decirme: ‘Soy tu madre espiritual y la luz de tu madre terrenal.’ Cuando mi madre vino a visitarla, Fátima le dijo: ‘¡Oh, luz! éste es mi hijo y él es tu padre, así que trátalo con amor filial y no lo disgustes.’” [4]

Cuando a otro conocido maestro, Bayazid Bestami (m. 874), le preguntaron quién había sido su maestro, habló de una anciana mujer a quien conoció en el desierto. Esta mujer lo llamó “tirano vanidoso” por haber usado a un león para transportar un saco de harina, oprimiendo a una criatura a la que Dios mismo había aliviado de cargas, y por buscar reconocimiento en tales milagros, mostrando su vanidad. Las palabras de aquella mujer le ofrecieron guía espiritual durante algún tiempo.

Otra mujer por la cual Bestami demostró un gran respeto fue Fátima Nishapuri (m. 838), de quien dijo: “No había ninguna morada (en la Senda) de la que le hablara y en la que ella no hubiera estado ya.” Alguien le preguntó una vez al gran maestro sufí egipcio Dho'n-Nun Mesri: “¿Quién es, en tu opinión, el más grande de los sufíes?” Él contestó: “Una dama en La Meca, llamada Fátima Nishapuri, cuyas palabras demuestran un conocimiento profundo del sentido oculto del Corán.” Cuando le insistieron para que dijera algo más sobre Fátima, añadió: “Es una santa de Dios, y mi maestra.” En cierta ocasión, ella le aconsejó: “En todos tus actos, vigila que actúas con sinceridad y en oposición a tu yo inferior (nafs).” Ella también dijo: “Todo aquel que no tenga a Dios en su conciencia está herrado y se engaña, no importa lo que diga o a quien frecuente. Sin embargo, quien se mantiene en compañía de Dios sólo habla con sinceridad y su conducta se rige por el pudor y una ferviente devoción.” [5]

La esposa del sufí del siglo IX Al-Hakim at-Tirmidhi, era una gnóstica por derecho propio. A veces, el misterioso Jidr se le aparecía en sueños [6] . Una noche, Jidr le dijo que su marido debía proteger la pureza de su casa. Preocupada de que quizá se estuviera refiriendo a la falta de limpieza que a veces había a causa de sus hijos pequeños, le preguntó a Jidr durante su sueño, y éste le respondió señalándose la lengua; ella debía decirle a su marido que cuidara la pureza de sus palabras.

Entre las mujeres que siguieron la Senda del Amor y de la Verdad, hubo algunas que mostraban su alegría y otras que lloraban continuamente. Sha'wana, una persa, era de las que lloraban. Hombres y mujeres se reunían a su alrededor para escuchar sus canciones y discursos. Ella solía decir: “Los ojos que no han podido contemplar al Amado y, sin embargo, están deseosos de hacerlo, no pueden ser aptos para esta visión si no se inundan de lágrimas.” Sha'wana no sólo estaba “cegada por las lágrimas de la penitencia, sino deslumbrada por la radiante gloria del Amado.” [7] Durante su vida, experimentó la cercanía íntima con el Amigo, o Dios. Esto influyó profundamente en su devoto esposo y en su hijo, el cual también se convirtió en santo. Ella llegó a ser uno de los maestros más conocidos de su tiempo.

Una de las que mostraba su alegría era Fedha, quien también era una mujer casada. Enseñaba que “la alegría del corazón debe ser la felicidad basada en lo que sentimos en nuestro interior; por tanto, siempre debemos esforzarnos para que nuestros corazones estén alegres, hasta que todo el mundo a nuestro alrededor también esté alegre.” [8]

La mayor parte de las palabras de las mujeres sufíes que se conservan de los siglos pasados proceden de crónicas tradicionales con sus comentarios o de poemas elaborados en torno a sus palabras. Aunque el Corán insiste mucho en la educación de hombres y mujeres, a veces estas últimas, en circunstancias similares a las de los hombres, dispusieron de menos oportunidades para educarse. En este artículo no intentaré abordar la evolución del papel de la mujer en el Islam exotérico, pues se trata de un asunto variado y complejo [9] . Sin embargo, Debemos reconocer que, en general, las mujeres de todo el mundo a menudo han debido hacer frente a un trato discriminatorio en razón de su sexo. Dentro de la sociedad islámica, al igual que en la nuestra, se ha dado el trato vejatorio hacia las mujeres, a veces de manera obvia y otras de un modo más sutil. Aunque las culturas locales superpuestas y la jurisprudencia islámica dominada por los hombres pueden haber aumentado las restricciones sobre la mujer en diversas esferas, el Corán exige básicamente el respeto y el reconocimiento entre los seres humanos sin distinción de sexo o de condición social. En el sufismo ha prevalecido esta actitud coránica tan esencial.

Por otra parte, en los entornos sufíes siempre ha existido más tendencia a transmitir sus enseñanzas de manera oral que por escrito, y las mujeres en particular pueden haber sido menos propensas a escribir, prefiriendo en su lugar limitarse a vivir la experiencia. No obstante, hubo mujeres que escribieron sobre sus experiencias místicas en forma de poemas o de tratados con explicaciones sistemáticas. A medida que los estudiosos occidentales van traduciendo más obras de este tipo, la historia del sufismo resulta cada vez más accesible para nosotros.

Conforme esta historia queda al descubierto, vamos conociendo la vida y la obra de muchas hermanas sufíes. Entre ellas se encuentra Fátima o Yahan-Ara, la hija favorita del sha Yahan, el emperador mongol de la India (1592-1666). Fátima escribió un relato sobre su iniciación titulado Risala-i Sahibiyya , considerado una bella y docta exposición del florecimiento del sufismo en su corazón.

Aisha de Damasco fue una famosa gnóstica del siglo XV. Escribió un célebre comentario sobre Las estaciones del peregrino (Manazel as-sa'erin), de Jwaya 'Abdo'llah Ansari [10] , titulado Alusiones ocultas en las estaciones de los santos (Al-esharat al-khafiys fi'l-manazel al-auliya') [11] . Bib Hayati Kermani perteneció a una familia inmersa en la tradición sufí. Su hermano era un shaij (maestro) de la orden Nimatullahi, y ella se casó con un maestro de la misma. Tras su matrimonio, compuso un diván (colección de poemas) que revelaba la combinación de sus conocimientos internos y externos sobre el sufismo.

En la Bektashiya, una orden en la que las mujeres siempre han participado junto a los hombres en las ceremonias, muchas mujeres han seguido la tradición de componer canciones sagradas (illahis). En 1987, un libro de canciones titulado Gul deste (“Un ramo de rosas”) fue publicado en Turquía. En él se recogen himnos sagrados compuestos por mujeres y hombres de la tradición bektashi, desde el siglo XIX hasta la actualidad. [12]

Mujeres sufíes de todo el mundo continúan enseñando y compartiendo sus experiencias por medio oral y escrito. En el Sudán, por ejemplo, sigue habiendo sheijas (maestras) especialmente hábiles en las artes curativas. En Oriente Medio, las mujeres siguen madurando en muchas órdenes sufíes. En Turquía, en particular, las enseñanzas continúan transmitiéndose a través de mujeres y de hombres por igual, quizá incluso más ahora que en el pasado, pues la prohibición de las órdenes sufíes por parte de Ataturk a comienzos del siglo XX condujo a que las prácticas sufíes se trasladaran a los domicilios particulares. Una radiante dama, Feriha Ana, sostuvo la tradición Rifai [13] en Estambul hasta su muerte a comienzos de los años noventa, y Zeyneb Hatun, de Ankara, ha seguido inspirando a personas de dentro y fuera de Turquía con sus poemas y canciones.

En el centro de Turquía, la madre de un amigo nuestro recibió un día la visita de un hombre con un mensaje. Aquel hombre había venido a pedirle que encabezara a un grupo de mujeres naqshbandis [14] . Le explicó que su sheij, que vivía bastante lejos, había soñado con ella y por eso le había enviado el mensaje al lugar indicado en el sueño. Cuando ella protestó diciendo que no conocía a ese sheij y que no se sentía capacitada para asumir una responsabilidad semejante, el hombre respondió: “No te preocupes. Nuestro sheij ha visto tu pureza. Dice que siempre que tengas una pregunta, debes mantenerla en tu corazón, y él te traerá la respuesta durante tus sueños.” De este modo comenzó su aprendizaje. [15]

Las escuelas sufíes se han propagado desde Oriente Medio a Europa desde hace mucho tiempo, y siguen llegando nuevas olas. Irina Tweedie, autora de Daughter of Fire ( El abismo de fuego ), hace algunos años llevó desde la India hasta Inglaterra una rama de la Naqhbandiya. Su trabajo ha sido continuado en Estados Unidos a través del Golden Sufi Center de California.

Una variedad popular de sufismo donde las mujeres han sido muy bien acogidas es la orden Chishti, introducida en Estados Unidos por Hazrat Inayat Khan [16] . De las muchas mujeres implicadas en esta orden, Murshida Vera Corda es la más conocida; su trabajo, en particular con niños, ha sido una gran inspiración para muchos padres.

Una rama del sufismo que ha llegado a ser muy conocida en Occidente en los últimos años es la Mevlevi [17] . Dentro de esta tradición, basada en el ejemplo de Mevlâna Yalâluddîn Rumi [18] , las mujeres siempre han sido muy respetadas y se las ha invitado a participar en todos los aspectos de la senda espiritual. La propia familia de Rumi había reconocido desde antiguo la belleza y la sabiduría espirituales de las mujeres. Fue su abuela, la princesa de Jorasán, la primera que prendió la chispa del anhelo espiritual en el padre de Rumi, Bahaeddin Weled. Bajo los cuidados de esta mujer, Bahaeddin creció hasta llegar a ser el “sultán de los sabios” y una luz espiritual en su época. La madre de Rumi, Mu'mine Hatun, una dama santa y devota, fue muy importante para él. Murió poco después del matrimonio de Rumi con Gevher Hatun, la hija de uno de los discípulos más cercanos a Bahaeddin. Gevher Hatun había crecido junto a Rumi, escuchando los sermones del padre de éste. Esta hermosa mujer, conocida por tener “el corazón de un ángel”, fue la madre de Sultán Weled, a quien el propio maestro de Rumi, Shams-i-tabriz, le confió muchos misterios de la Senda [19] . En sus Conversaciones (Maqalat), Shams mismo subraya que hombres y mujeres tienen idéntica capacidad para intimar con el Inefable y para “morir antes de morir.” [20]

Las sheijas mevlevis han guiado a menudo tanto a mujeres como a hombres. Rumi tuvo muchas discípulas y también se fomentó la participación de las mujeres en el sema, la ceremonia musical de los Mevlevis [21] . (Las mujeres solían tener sus propios semas , aunque a veces los llevaban a cabo junto a los hombres). Una de las principales discípulas de Rumi fue Fajr an-Nisa, conocida como “la Rabi'a de su época”. Hace unos años, siete siglos después de su muerte, se decidió reconstruir su tumba.Mujeres sufies Siria

Está claro que estas mujeres han existido siempre y han traído mucha luz a este mundo; no creo que nadie pueda albergar ninguna duda al respecto. No obstante, y por desgracia, en muchas partes del mundo y en muchas tradiciones espirituales, esto se ha cuestionado. En el sufismo, sin embargo, mujeres y hombres siempre han sido respetados como iguales en la senda espiritual. Se acepta que cualquier persona pueda establecer su propia conexión directa con lo divino, y las mujeres no son distintas a los hombres en esta capacidad.

Dentro del sufismo, el lenguaje acerca del Amado y el reconocimiento de lo femenino ayudan a compensar algunos viejos estereotipos culturales que a veces se han empleado en obras de divulgación y que los medios de comunicación occidentales han decidido poner de relieve. Rumi habla a menudo con gran belleza sobre lo femenino, presentando a la mujer como el ejemplo más perfecto del poder creador de Dios en la tierra. Como dice en el Mathnawi: [22] “La mujer es un rayo de Dios. Ella no es tan solo la amada terrenal; ella es creadora, no creada.”

Es precisamente esta creatividad y esta capacidad para amar y relacionarse las que permiten a la mujer adaptarse tan bien al camino sufí de apertura a la relación con lo divino. Cuando llegamos a reconocer la magnificencia de la benévola Fuente de la Vida, podemos llegar a vernos en armonía con ella. Cada surah (azora, capítulo) del Corán comienza con Bismillah ar-Rahman ar-Rahim, que significa “en el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso.” Rahman se refiere a la benevolencia fundamental e inherente a la naturaleza divina, y Rahim indica la misericordia particular que se manifiesta. Ambas palabras provienen de la misma raíz, que significa “útero”. Siempre se insiste en que la misericordia y la benevolencia de Dios son mayores que Su ira; la generosidad y el sustento divino nos rodean y son el entorno en el cual vivimos.

Como mujeres, venimos de un útero y portamos un útero. Damos vida desde el útero y nacemos dentro del útero del Ser. María, la madre de Jesús, es muy venerada en el sufismo y en el Islam como ejemplo de alguien que continuamente tomó refugio en lo divino y se abrió para recibir la inspiración divina dentro del útero de su ser [23] . Como mujeres, tenemos una gran capacidad para la paciencia, la atención hacia los demás y el amor. Un maestro sufí contemporáneo describió en una ocasión al guía ideal como alguien que se comporta como una madre: ella que siempre está ahí, sin exigir nada a cambio, dispuesta a instruir y a marcar los límites, pero también a permanecer despierta toda la noche para cuidar a un niño que sufre.

El sufismo admite que implicarse en las relaciones personales y dedicarse a la familia no son contrarios al florecimiento de la espiritualidad, sino un medio maravilloso para madurar espiritualmente. La belleza de la relación de pareja, los hijos y la familia son grandes bendiciones que contienen la inspiración y el aliento de lo divino. Cuando profundizamos en nuestra capacidad para relacionarnos con los demás y para confiar en ellos, también aumentamos nuestra capacidad para relacionarnos con Dios y para confiar en Él.

Necesitamos permanecer unidos en la luz. El camino está abriéndose en nuestra época para que seamos más capaces de aceptar nuestra colaboración en pie de igualdad. Tenemos mucho que aprender los unos de los otros, y hombres y mujeres necesitamos reconocernos mutuamente para así poder alcanzar tanto el equilibrio interno, en nosotros mismos, como el externo, en el mundo. Cualidades masculinas como la fuerza y la determinación también pertenecen a las mujeres, y cualidades femeninas como la receptividad y la belleza también pertenecen a los hombres. Cuando vemos lo divino en los demás y nos animamos mutuamente para que surja en nosotros –hombres y mujeres– la plenitud de nuestra propia naturaleza divina, superamos nuestras limitaciones hasta que éstas se desvanecen y surgen nuestras cualidades. Cuando aprendemos a presenciar el milagro de la creación, llega un momento en que “dondequiera que mires, allí está la Faz de Dios; todo perece salvo Su Faz.” [24]

No importa si elegimos el celibato o el compromiso de pareja, o si somos hombres o mujeres, pues la tarea de pulir el espejo del corazón mediante el recuerdo de Dios es igual para todos, en cada instante y en cada respiración. En cada momento reafirmamos nuestra unión y nuestro compromiso interior, hasta que ya no hay amante ni amado, sino sólo la Unidad del Ser. Poco a poco, morimos a lo que pensábamos que éramos. Nos vamos disolviendo en el Amor y nos convertimos en amor, si Dios quiere. Tal y como dice Rabi'a:

En el amor, nada existe entre el corazón y el Corazón.
El discurso nace del anhelo,
la auténtica descripción, de la verdadera experiencia.
Quien saborea, conoce;
quien habla, miente.
¿Cómo describir la verdadera forma de Algo
en cuya presencia desapareces,
en cuyo ser todavía existes,
y que vive como un signo de tu viaje? [25]


NOTAS:
[1] Traducción, extracto y adaptación del artículo aparecido la revista Gnosis nº 30, invierno de 1994. Disponible online en: http://www.sufism.org/society/articles/women.html (Nota de la Redacción).
[2] Camille Adams Helminski posee un doctorado en árabe por la Universidad de Damasco y es cofundadora y codirectora de la Threshold Society, una fundación educativa situada en California (EE.UU) y basada en la orden sufí Mevlevi y las enseñanzas de Yalaluddin Rumi. Ha sido la primera mujer en traducir una parte importante del Corán al inglés, en su libro The Light of Dawn . Entre sus traducciones al inglés, también destacan: Mevlevi Wird. The Prayers Recited Daily by Mevlevi Dervishes, Rumi Daylight, Jewels of Remembrance (con Kabir Helminski) y Awakened Dreams and Mevlevi Ayins (con Refik Algan). (Nota de la Redacción).
[3] Para más información sobre la figura de esta mujer sufí, véase D. Vega, Râbi'a al 'Adawiyya, paloma de luz y lumbre , Darek Nyumba, Madrid, 2002; Râbi'a al 'Adawiyya, Dichos y canciones de una mística sufí (siglo VIII) , Olañeta, Barcelona, 2006; Javad Nurbakhsh , Mujeres sufíes , Nur, Madrid, 1999. (Nota de la Redacción).
[4] Ibn 'Arabi, Sufis of Andalusia , tr. R.W.J. Austin, Beshara Publications, Sherborne (Gloucestershire), 1988, pp. 25-26. Edición española: Los sufíes de Andalucía , Sirio, Barcelona, 2007.
[5] Javad Nurbakhsh , Sufi Women , tr. Leonard Lewisohn, Khaniqah-Nimatullahi Publications, Londres, 1990, p. 162. Edición española: Mujeres sufíes , ob. cit.
[6] Al-Jidr , (lit., “el verde”), es un personaje que aparece en el Corán (18: 65-82), donde acompaña al Profeta Moisés, simbolizando la dimensión esotérica e interior de la religión ( haqiqa), mientras que Moisés representaría la ley religiosa, exotérica y exterior (sharia). Para más información, véase Sara Sviri, “En la confluencia de los dos mares: La historia de Jezr”, revista Sufí nº 10 , Nur, Madrid, otoño / invierno de 2005. (Nota de la Redacción).
[7] Margaret Smith, Rabi'a the Mystic and Her Fellow Saints in Islam, Rainbow Press, San Francisco, 1977 [1928], pp. 146, 148.
[8] Nurbakhsh , Sufi Women , p. 165.
[9] Para más información sobre esta cuestión, véanse, entre otras, las siguientes obras: Fátima Mernissi , El harén político: el Profeta y las mujeres, Oriente y Mediterráneo, Sevilla, 2002; VV.AA, La emergencia del feminismo islámico , OOZEBAP, Barcelona, 2008; Dolors Bramon, Ser mujer y musulmana , Bellaterra, Barcelona, 2009; “ El estatus de la mujer en el Islam tradicional ”, revista Alif Nûn nº 31, octubre de 2005; Hamid R. Kusha, “ El papel de la mujer musulmana ”, revista Alif Nûn nº 43, noviembre de 2006; AbdelQader Muhammad Ali, “ Feminismo y machismo en las sociedades musulmanas ”, revista Alif Nûn nº 58, marzo de 2008; Asghar Ali Engineer, “ El Islam y la igualdad entre los sexos ”, revista Alif Nûn nº 80, marzo de 2010. (Nota de la Redacción).
[10] De este prolífico autor sufí del siglo XI existen al menos dos traducciones de sus obras al castellano: Del alma, el corazón y el intelecto , Trotta, Madrid, 2009; Gritos del corazón , Sufí, Madrid, 1992. (Nota de la Redacción).
[11] Nurbakhsh , ob. cit., p. 147.
[12] Para más información sobre la Bektasiya, véase Nathalie Clayer, “La Bektashiya”, en Alexandre Popovic / Gilles Veinstein (coord.), Las sendas de Allah: las cofradías musulmanas desde sus orígenes hasta la actualidad , Bellaterra, Barcelona, pp. 577-587. (Nota de la Redacción).
[13] Para más información sobre la tradición Rifai, véase Alexandre Popovic, “La Rifaiya”, en Alexandre Popovic / Gilles Veinstein, ob. cit ., pp. 609-614. (Nota de la Redacción).
[14] Para más información sobre la orden Naqshbandi, véase Thierry Zarcone, “La Naqshbandiya”, en Alexandre Popovic / Gilles Veinstein, ob. cit. , pp. 555-567. (Nota de la Redacción).
[15] Este episodio narrado aquí, que puede resultar extravagante e incluso digno de burla para la mentalidad moderna occidental, indica bien a las claras el tipo de fuerzas psicológicas y/o espirituales que se han desarrollado durante siglos en el ámbito del sufismo tradicional. Sobre la importancia de los sueños y las visiones en el sufismo y en el mundo islámico, véase Javad Nurbakhsh , Psicología sufí , Nur, Madrid, 2003; Muhammad Ibn Sîrîn, El libro de la interpretación de los sueños , Sirio, Barcelona, 2008; Agustín L. Tobajas, “ La experiencia visionaria a través de la gnosis islámico-irania ”, revista Alif Nûn nº 38, mayo de 2006. (Nota de la Redacción)
[16] Para saber más sobre la figura de Inayat Khan, existen varias obras del autor traducidas al castellano: La vida interior: el propósito del sufismo , Mandala, Madrid, 1998; El propósito de la vida , Mandala, Sevilla, 2003; La danza del alma: gayan, vadan, nirtan, Mandala, Madrid, 2006. (Nota de la Redacción).
[17] Para más información sobre la orden Mevlevi, véase Thierry Zarcone, “La Mevleviye, cofradía de los derviches girantes”, en Alexandre Popovic / Gilles Veinstein, ob. cit., pp. 619-623. (Nota de la Redacción).
[18] Existen numerosas obras de este gran maestro sufí traducidas al castellano, muchas de las cuales pueden encontrar en nuestra sección sobre sufismo . (Nota de la Redacción).
[19] Aunque en ningún caso fue un autor tan prolífico como su padre, Sultán Weled también escribió obras muy importantes como, por ejemplo, su famoso Kitab al-Maarif . Véase la traducción al castellano de esta obra: Maestro y discípulo , Sufi, Madrid, 2003. (Nota de la Redacción).
[20] La expresión hace referencia al hadiz (dicho profético) de Muhammad: mutu qabla anta mutu (“morid antes de morir”), e incluso este dicho ha inspirado el título de una breve biografía del Profeta: Sigrid Von Thimmel, Mahoma. “Morid antes de morir ”, Darek-Nyumba, Madrid, 2000. Para más información sobre la dimensión espiritual de este hadiz, véase Abderrahmán Mohamed Maanan, “ Una perspectiva islámica sobre la muerte y el fin del mundo ”, revista Alif Nûn nº 49, mayo de 2007. (Nota de la Redacción).
[21] En términos generales, el término sema hace referencia a todas las ceremonias de música y danza que se llevan a cabo en las diversas órdenes sufíes. Para comprender el significado espiritual del sema , véase Javad Nurbakhsh , En la taberna. Paraíso del sufí , Nur, Madrid, 2001. Para conocer más en detalle la ceremonia de sema en la orden Mevlevi, véase Carlos Jalil Bárcena, “ Danzar con el cosmos ”, revista Alif Nûn nº 27, mayo de 2005. (Nota de la Redacción).
[22] El Mathnawi es la obra cumbre de Rumi, formada por cinco tomos de poesía sufí y más de 50.000 versos. Existen varias ediciones en castellano, como por ejemplo: Mathnawi (5 tomos) , Sufí, Madrid. (Nota de la Redacción).
[23] Para más información sobre la figura de la virgen María y de Jesús en el Islam y en el sufismo, véase Sheij Muzaffer Ozak Al Yerrahi, Bendita virgen María , Yerrahi, Buenos Aires, 2007; Maurice Gloton, “María en el Corán”, en Pablo Beneito (ed.), Mujeres de luz , Trotta, Madrid, 2001, pp. 173-187; Javad Nurbakhsh , Jesús a los ojos de los sufíes , Darek.Nyumba, Madrid, 1996; Luis Antequera, Jesús en el Corán , Sepha, Madrid, 2006; Coronel Ataúr Rahim / A. Thomson, Jesús, profeta del Islam , Kutubia, Palma de Mallorca, 2000; Faouzi Skali, Jesús en la tradición sufí , Ibersaf, Madrid, 2006. (Nota de la Redacción).
[24] Referencia a Corán: 28,88 y Corán: 55, 26-27. (Nota de la Redacción).
[25] Charles Upton, Doorkeeper of the Heart: Versions of Rabi'a, Threshold Books, Putney (VT), 1988, p. 36